MANUEL CARO CUELLAR, cantaor de flamenco muy célebre, conocido en el mundo del cante flamenco con el nombre de CARITO DE JEREZ, nació el día 12 de enero del año 1845 en Jerez de la Frontera (Cádiz), y murió el día 3 de febrero de 1895 en Sevilla. Dicen que un excelente copista del Loco Mateo, aunque es muy probable que tuviera su propio estilo. Sus padres, Simón Caro García, de Puerto Real e Isabel Cuéllar Parrado, de Jerez de la Frontera, se casaron en la Parroquia de San Miguel el día 18 de octubre de 1844. Él tenía 25 años de edad y ella sólo 19. El primer domicilio del matrimonio fue en la calle Puerto, seguramente el hogar de los padres de ella. Rafael Cuéllar era un conocido tonelero del Barrio de San Miguel que se casó con la jerezana Francisca Parrado. Y en este mismo domicilio, el número 47 de la calle Puerto, recibió su primer beso de luz el famoso Carito de Jerez, el día 12 de enero de 1845 a las seis de la mañana. A lo mejor no han reparado en el dato, pero Carito crecía ya en el vientre de su madre cuando sus padres se casaron. El abuelo paterno de Carito era también de Puerto Real, como su padre. Manuel Caro era un cotizado albañil que se casó con Isabel García, del pueblo gaditano de Medina Sidonia. Ya pueden presumir los naturales de este hermoso pueblo, de que la abuela paterna de Carito era asidonense. El famoso cantaor tuvo varios hermanos, a los que también hemos localizado y todos nacieron en Jerez de la Frontera y, al menos tres de ellos, acabaron sus días en Sevilla, como el propio Carito. Naturalmente, estos datos se dan a conocer hoy por primera vez. Carito se hizo cantaor escuchando en Jerez a todos los grandes intérpretes de su tiempo. Al parecer, su admiración por el Loco Mateo y Manuel Molina le llevó a seguirlos a todas partes hasta poder copiar el estilo de ambos, como hizo también otro jerezano olvidado, de la calle Palomar, Sebastián el Chato, uno de los rivales de Carito, según Fernando el de Triana: El de la voz dulce del siglo XIX -se refiere a Carito-, el mejor imitador de los grandes colosos Manuel Molina y el Loco Mateo; el eterno rival del inolvidable Chato de Jerez, y aludo a Sebastián y no a otro Chato que hubo, pues a éste se lo decían con más razón que a Sebastián. Carito y El Chato fueron de la misma escuela, y, como antes digo, eternos competidores; que si bien la voz del Chato era más cantadora (más a propósito para el cante por seguiriyas), en cambio la de Carito era almíbar puro. Fue Silverio Franconetti quien adivinó pronto las posibilidades que para el cante tenía el hijo de Simón el de Puerto Real, el picapedrero, que a eso se dedicaba el padre de nuestro cantaor. Carito también trabajó en tan duro oficio, alternándolo con el cante. A finales de los años 60 del XIX ya se subía a los escenarios y maravillaba con su excelente y limpia voz. Y unos diez años más tarde recorría España en la compañía de Silverio, con actuaciones en el Café de la Bolsa de Madrid en compañía de destacadas figuras de la época. Tuvo una estupenda relación con Juan Reyes Osuna, el célebre y malogrado Canario de Álora. Aparecen juntos en el cartel que dimos a conocer en el libro El Cartel maldito (Pozo Nuevo, 2009), del famoso café de verano de El Chino y El Burrero, donde meses más tarde, en agosto de 1885, encontró la muerte el de Álora a manos del catalán Lorenzo Colomer, padre de la Rubia de Málaga. Si sería estrecha la relación entre Carito y El Canario, que cuando éste fue asesinado vivía en el domicilio de los Carito en Sevilla, el número 39 de la calle Amor de Dios, una casa de alquiler que habitaron artistas como Paco la Luz y sus hijas, las hermanas Parrala, el Maestro Pérez y el propio Carito, que llegó a vivir en esta casa con sus padres y tres de sus hermanos. Carito se casó con la jerezana Emilia Bernal y tuvo una hija, Luisa Caro Bernal, a la que le perdimos la pista viviendo en Sevilla con 12 años de edad. Lógicamente, en compañía de sus padres. Carito enviudó joven y sus últimos años no fueron fáciles. Vivió en la Alameda de Hércules, donde se ganaba la vida cantando en fiestas. Murió el día 3 de febrero de 1895 en la calle Morgado, estrecha como un silbido, olvidado y pobre como una rata. En su partida de defunción ni siquiera anotaron que había sido artista. Era lo normal, salvo en contadas ocasiones. A todos los efectos, aquel triste día murió un cantero de Jerez -picapedrero-, al que enterraron al día siguiente en el Cementerio de San Fernando de Sevilla, en tercera clase y sin los honores que merecía tan gran cantaor, quien popularizó esta hermosa seguiriya: El corazón de pena tengo traspasao. Compañerita, el hablar con la gente me sirve de enfao.
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